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domingo, mayo 08, 2005

Vino

Con la copa de vino sobre la mesa, terminaba su soledad, su hambre de sentirse querida y empezaba el mundo fugaz que te da la dulce sensación del alcohol en la sangre. Su sombra ahora omnipotente en la habitación, alumbraba un recuerdo único de aquellos momentos de felicidad en Madrid, al unísono con la quietud de la noche y donde ahora todo mundo descansaba.

Había regresado de la plaza de toros, todavía sentía fresca la sensación de la presencia de aquellas fieras retando al destino, a su propio destino en manos de los luce-trajeados. La voz de júbilo de aquellos artistas poniendo toda su vida por delante, realizando verónicas con el capote una y otra vez, demostrando su fuerza, su poderío, matando a la bestia débil y mundana, en comparación con ellos.