Luna
Inmersos en la noche, la luna noctámbula besaba sus labios rosados, ¿será acaso ese sueño el que no me deja dormir, otra vez?. Parada sobre el balcón de su habitación lloraba, suspiraba, se ahogaba en la deseperación de nunca haber amado a nadie más que a él.
Madrid lloraba sus estrellas, Madrid relucía sus luces artificiales, sus monumentos, su puerta abierta al mundo de dos corazones aferrados a amarse y encontrarse y despedirse una y otra vez a lo largo de los siglos, eran almas encadenadas al castigo perpétuo de nunca poder amarse. Madrid se muere, ella se muere, Genevieve está triste, está sola y no sabe cómo pedirle a su corazón la abstinencia de latir, se quiere morir, pero no puede, no puede, no puede porque sabe que él está aquí, que acaba de llegar, y que lo primero que hará será ir al hotel donde está ella y continuar su juego, su farsa mortal en pleniluna que tarde o temprano acabará, porque si algo sabe el tiempo es terminar las cosas, les da ese efímero instante de él llamado vida, se sabe celoso, nunca permite que los momentos duren más que él, es dueño y esclavo de los hombres. Por eso Genevieve llora:
- Tarde o temprano tendrá que terminar............
Mostraba sus manos ante los deslices de luz que caían sobre ella.
- Nunca han podido hacer nada. ¡Soy una sombra inerte ante tí luna!, ¡¿qué es lo que quieres de mi?!
Como cadenas a rastras caminó hasta llegar a la ventana que separaba su habitación de aquella noche, su silueta curvilínea se marcaba sobre el camisón de seda francesa que había comprado hace poco. Nadie más que la luna se enteraba de que no traía nada debajo, sólo la luna contemplaba su belleza solitaria, inmaculada debajo de ese ropaje de mujer, ese sagrado sacramento en el que ella no se sentía a gusto, vivía porque la hacían vivir, vivía con la esperanza de desaparecer al día siguiente. Por eso Genevieve llora.....
Madrid lloraba sus estrellas, Madrid relucía sus luces artificiales, sus monumentos, su puerta abierta al mundo de dos corazones aferrados a amarse y encontrarse y despedirse una y otra vez a lo largo de los siglos, eran almas encadenadas al castigo perpétuo de nunca poder amarse. Madrid se muere, ella se muere, Genevieve está triste, está sola y no sabe cómo pedirle a su corazón la abstinencia de latir, se quiere morir, pero no puede, no puede, no puede porque sabe que él está aquí, que acaba de llegar, y que lo primero que hará será ir al hotel donde está ella y continuar su juego, su farsa mortal en pleniluna que tarde o temprano acabará, porque si algo sabe el tiempo es terminar las cosas, les da ese efímero instante de él llamado vida, se sabe celoso, nunca permite que los momentos duren más que él, es dueño y esclavo de los hombres. Por eso Genevieve llora:
- Tarde o temprano tendrá que terminar............
Mostraba sus manos ante los deslices de luz que caían sobre ella.
- Nunca han podido hacer nada. ¡Soy una sombra inerte ante tí luna!, ¡¿qué es lo que quieres de mi?!
Como cadenas a rastras caminó hasta llegar a la ventana que separaba su habitación de aquella noche, su silueta curvilínea se marcaba sobre el camisón de seda francesa que había comprado hace poco. Nadie más que la luna se enteraba de que no traía nada debajo, sólo la luna contemplaba su belleza solitaria, inmaculada debajo de ese ropaje de mujer, ese sagrado sacramento en el que ella no se sentía a gusto, vivía porque la hacían vivir, vivía con la esperanza de desaparecer al día siguiente. Por eso Genevieve llora.....
posted by CEO a17 at
10:09 p.m.
|
1 comments
